La turmalina es una piedra con la que varias leyendas están estrechamente asociadas, desde historias sobre hábiles magos que crearon depósitos de tales piedras como matrices de entrenamiento para las generaciones futuras, hasta historias sobre inteligencia extraterrestre que materializó turmalinas en la tierra con un propósito superior.
La leyenda de los magos cuenta que una vez, en lo profundo de las montañas de los Andes, magos expertos crearon palos especiales de turmalina. Tenían todos los colores del espectro, partiendo de una base negra y terminando con un color completamente blanco en el extremo superior, llegando incluso a alcanzar los 15 cm de largo. Estos palos solo llegan a unas pocas personas, y con su ayuda es posible para acceder a conocimientos ancestrales.
La turmalina se tenía en alta estima en el Antiguo Egipto. La leyenda local sobre su origen dice que, al pasar por el cielo, esta piedra se encontró con un arco iris y absorbió todos sus colores. Por eso, los egipcios la llamaron la joya del arco iris.
Según las leyendas, las turmalinas, especialmente las variedades roja y verde, a menudo se confundían con rubíes, espinelas y esmeraldas. Entonces, en la corona de los reyes checos, que según la leyenda mataba al que se la ponía sin tener derecho a hacerlo, no se insertaba un rubí, sino una turmalina; turmalina que pesaba 500 quilates, y no espinela rosa, adornaba la corona de la emperatriz rusa Anna Ioannovna.