La antigua ciudad de Ingapirca


Ingapirca son las ruinas de un antiguo asentamiento inca, ubicado en la cima de una alta colina en los Andes del Sur de Ecuador, 90 km al norte de la gran ciudad de Cuenca. En quechua, "Ingapirca" significa "Fortaleza de los Incas". Ingapirca es uno de los asentamientos incas más grandes del Ecuador. Antes de la llegada de los Incas, los indios Cañari vivían en este territorio. Los Incas llegaron aquí solo en los siglos XIV-XV. La lucha por Ingapirka duró varios años. 

Ingapirca


Al final, los Cañari se rindieron, los Incas tomaron con astucia. Sorprendentemente, luego de feroces y sangrientas batallas, los vencedores permitieron que los Cañari siguieran viviendo en estas tierras. Después de la conquista del Imperio Inca por los españoles, Ingapirca fue saqueada. La ciudad permaneció abandonada hasta que el gobierno de Ecuador inició el proceso de su restauración a mediados del siglo XX.

Gracias a esta oportuna intervención, hoy Ingapirca es el sitio arqueológico más importante, así como uno de los principales atractivos turísticos del Ecuador. A pesar de que la mayoría de las ruinas de la majestuosa ciudad han sobrevivido hasta el día de hoy, el complejo Ingapirka ocupa hasta 240 kilómetros cuadrados. Básicamente, los restos de la mampostería inca “firma” han sobrevivido hasta nuestros días, delineando los contornos de edificios residenciales, almacenes de alimentos, así como diversos locales en los que se realizaban ceremonias religiosas e incluso las ruinas de un antiguo cementerio indígena, cómodamente ubicado en medio de los inexpugnables Andes.


Entre las ruinas, la atracción principal es el Templo del Sol, una estructura majestuosa de la forma elíptica correcta. El templo está ubicado de tal manera que durante los solsticios de primavera y otoño en ciertos momentos del día, la luz del sol entra directamente por el centro de la puerta principal.


Una característica distintiva de las construcciones erigidas por los Incas es la mampostería sin el uso de mortero de agarre. Las piedras se procesaron y ajustaron entre sí con tanta precisión que ni siquiera se podía insertar una hoja de cuchillo entre ellas.

Cada rincón de Ingapirca recuerda la fusión de dos culturas, la Cañari y la Inca.


Las ruinas han estado abiertas al público desde 1966.